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martes, 20 de diciembre de 2011

Sobre la madre ecuatoriana

Como profesor universitario puedo afirmar que el hombre ecuatoriano es menos inteligente que la mujer, pues es desordenado, sucio, vago y mediocre, en cambio, la mujer es más preocupada de sí misma, aprende a limpiar y a ordenar sus pertenencias desde muy jóven y en sus estudios se destaca como reflejo de las costumbres que adquiere desde muy temprano. El hombre depende en todas sus maneras y frivolidades de la madre. Es la madre la que patrocina la vagancia de este ser, es el mimado que no sabe nada pues todo le hace su madre, es el peor de los machistas que aprende con su madre y en su entorno familiar. De la madre aprende del clientelismo, de la falsedad, de la moral hipócrita y solo ve a la mujer como una madre sustituta o como un objeto desechable.El único objetivo en la vida del hombre ecuatoriano es regresar a este estado paradisíaco al encontrar en su futura mujer a una madre sustituta.En cierto sentido, la madre serrana es la que vuelve muy temprano estúpido y mediocre al futuro padre de familia. Es la causa de que el varón de la familia permanezca hasta los 40 años o más viviendo en casa, para brindarle la mejor comida del país, el mejor caldo de patas de la región!! Este ser becado por la madre, hereda toda la mediocridad de la sociedad, pues no conoce el esfuerzo ni valentía alguna por cambiar su forma de vida, pues jamás tuvo una verdadero yo ni lo tendrá. Es un ser sin pasión, sin cultura, sin personalidad, un ser  que vive del sentido común que es el sentido de los que no se esfuerzan, ni viven con ideas propias.Solo habla de fútbol y repite los valores hipócritas que aprendió de su madre, las emociones y sentimientos de la provincia, el sufrimiento del guagua, la telenovela dónde las emociones y sentimentalidades reemplazan el esfuerzo del verdadero pensamiento. Este ser es de una ingenuidad sobrecogedora como de una brutalidad sin igual. En cierto sentido, la propia competividad de su madre, esa constante comparación y lucha competitiva entre hermanos y hermanas, entre hijos e hijas, solo se manifiesta a nivel de lo superficial. Jamás es una competitividad, una verdadera lucha por el mejoramiento y el desarrollo social. Los valores más usuales son la compasión por el dolor ajeno, es decir, un sentimiento debilitador, una enfermedad popular.Jamás un valor de coraje, de enaltecimiento, de esfuerzo transformador, de valentía. Solo lugares comunes. Basta con ver la televisión ecuatoriana como la publicidad para entender el valor de esas sentimentalidades que solo constribuyen al menosprecio de la individualidad creadora. Solo sentimientos del rebaño, solo valores de la debilidad, solo llanto y más llanto.
Son los varones de la familia aquellos que pronto se casan con las mujeres que dejan su orgullo y su inteligencia cuando llegan a ser las esclavas de los seres criados y mantenidos por las madres. Como hemos afirmado en otra oportunidad, el motor de la transformación social en el Ecuador no solo está representada por la migración, sobre todo por la ruptura del núcleo familiar, por el fuerte contenido de superación personal que implica, sino también por el divorcio, pues el divorcio  regresa a los hijos a condiciones de emprendimiento personal, para abandonar el régimen de eterna permanencia en los brazos de la mami y del papi, y los lanza a valerse por sí mismos.El tradicionalismo ecuatoriano arraiga en el poder matriarcal, en la señora que lo decide todo, ese mismo poder que mantiene a los idiotas hasta la vejez, el mismo poder que no les deja lugar al emprendimiento personal, ese mismo poder que les hace odiar todo lo que no es cercano a la familia, el mismo poder que no los deja migrar,liberarse del yugo matriarcal. La madre, en fin, pone en el hijo varón toda sus necesidades de superación, sus contradicciones, sus deseos frustrados, en una palabra, todos sus rencores.Pero en verdad, a pesar de sus esfuerzos, solo consigue un idiota más.