Primer video: http://youtu.be/rE8t5qmMt_M
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miércoles, 26 de noviembre de 2014
YouTube: Conversaciones sobre las lagunas del Mictlan
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Primer video: http://youtu.be/rE8t5qmMt_M
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martes, 25 de noviembre de 2014
Facebook: "Nietzsche Parásito de Emerson"
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lunes, 10 de noviembre de 2014
Un Parásito Polémico
Sobre ¨Nietzsche parásito de Emerson¨ el
nuevo libro de Jorge Luis Gómez.
Por
Alonso Darinel
Recuerdo
alguna vez cuando Gómez afirmó que lo que más le gustaba del Ecuador era ¨la
libertad de vivir en total libertad¨ y la afirmación ciertamente no es gratuita
pues luego de terminar de leer su último libro, ¨Nietzsche parásito de Emerson¨ (USFQ.2014), no nos cabe la menor
duda de que allí expone sin miedo esa libertad (o esa violencia) como un poder
de destruir la propia mitología, los viejos paternalismos y las iconografías
que alguna vez nos dieron aparente sustento, pues: ¿cuál puede ser la libertad
si no es probando la fuerza y la valentía contra nosotros mismos, contra
nuestros propios mitos, máscaras y falsas apreciaciones?.
El
libro de Gómez expone esa dicha del iconoclasta de ser solo él mismo, de no
depender ni de autores ni de mentores, ni de filosofías idealizadas pues al
enfrentarse a Nietzsche, casi la filosofía de la modernidad en su conjunto,
Nietzsche es prácticamente como el muro de Berlín de la filosofía que Gómez se
da el lujo de derribar frente a todos sus lectores y cada uno de nosotros, por
nuestro lado, intentando que el muro no se derrumbe pues si eso ocurre nos
derrumbamos nosotros con él. Verdaderamente hay tanto de una creencia secular y
generacional al lado del Nietzsche que idolatramos, tanto de mitología
arraigada y difícil de destruir en nuestro inconsciente, que dejarlo morir no
sería otra cosa que vergüenza alevosa o crimen indignante. La garantía de una
larga polémica parece ser el mejor resultado para un libro que puede llegar a
ser un escándalo como un rescate en las listas de los más vendidos para la
filosofía, pues libros de este horizonte ya están desapareciendo de las
librerías y de la discusión.
Gómez,
el iconoclasta de la filosofía, parece que vino al Ecuador y al Buen Vivir a
ejercer la libertad que ninguno de nosotros ha podido disfrutar y esa es
nuestra envidia, nuestra repugnancia contra esa persona que todos quisiéramos
ser y que nos impide la institución, la bandera, la familia, el sueldo y el
matrimonio. En el Ecuador no existe la filosofía o si existe su cultivo no
obedece a una dedicación generacional ni al mantenimiento de un discurso que
haya luchado frente a otros discursos para mantenerse vigente, pues desde los
años dorados de la filosofía en la Universidad Católica, con Roig, Agoglia,
Enzo Mella y otros profesores extranjeros, la filosofía se ha mantenido por el
influjo de tradiciones institucionales que han llegado a nuestro país desde
fuera y no obedecen a tradiciones propias. En parte, el ejercicio filosófico de
Gómez representa una lucha por mantener una tradición inexistente y en parte la
extravagancia de Gómez, profesor de filosofía hace ya veintitantos años, es
parte de este libro que reseñamos.
En
cinco capítulos extenuantes Gómez nos ofrece un material prácticamente
desconocido de nuestro ícono, unas pruebas irrefutables de que nuestro
superhombre era como nosotros y que pretendió una libertad que no tuvo, que lo
fingió todo para enseñarnos que se puede ser Nietzsche viviendo con mami y
hermana, con fines de semana y como consumidor final, que se puede ser
superhombre sin serlo, un ícono de cartón tan pedestre y humano, tan hipócrita
y posero como todos (!!) y es precisamente eso lo que más nos duele, ese súbito
sacarnos la máscara de aquello que nunca quisimos ser, pero que en realidad
éramos y no lo sabíamos, pues mientras más débiles somos más aspiraciones a la
nobleza y a la aristocracia y a todo orden superior, mientras más débiles más
necesidad de buscar el modelo de los fuertes que no somos, mientras seamos los
débiles todos los modelos de vida de la fortaleza y el carácter serán solo
aspiraciones nostálgicas inalcanzables, puro rencor de no poder alcanzarlo. En
este menú de la renuncia personal y del enfrentamiento está presente todo el
rencor heredado de Nietzsche como padecimiento autorizado por él pues él lo
vivió y es lo único, lamentablemente, que pudo enseñarnos. Y Nietzsche no está
lejos de contemporáneos como Kafka o Tolstoi, pues en la época abundaba la
conciencia de culpa entre los autores más destacados y era un lugar común ese
parasitismo literario, como el caso de Baudelaire, que tarde o temprano representaba un
quiebre cultural muy difícil, pues no se puede romper con el pasado cuando éste
todavía nos alimenta a diario y aún lo sentimos como propio. Y no resulta una
anécdota que gran parte de la literatura y la poesía del siglo en mención
tuviera como norte la imagen de un hombre superior en la que se ocultaba todas
las debilidades como todas las culpas que ellos mismos intentaban solapar en un
ícono que les quedaba grande, pues cuando Nietzsche se refiere a Baudelaire lo
muestra como un decadente típico, es decir, como uno que pretendía ser superior
cuando en realidad no lo era y esta distancia que el filósofo quiere a toda
costa poner frente a los débiles no es otra cosa que voluntad de separación y
divorcio de aquello que él mismo sentía como propio y que jamás pudo sacarse de
encima a pesar de las insistencias.
En
cierta medida, es éste el aspecto que más nos impacta de este libro pues en
realidad poco nos importa si Gómez llega a probar el parasitismo de Nietzsche,
si Nietzsche plagió, copió o transcribió a Emerson. La violencia de Gómez es
contra nosotros, contra un romanticismo mítico que vemos caer en nosotros,
contra una seguridad que era una bandera, una época que todavía permanecía con
significado y que Gómez, el iconoclasta, termina por derrumbar en un terremoto
impresionante. En este sentido, leer el libro conlleva una suerte de asesinato
en la penumbra y hasta cierta complicidad con el autor, pues el libro nos hace
pensar en nosotros, nos hace palidecer de nosotros pues el hombre maduro debe
algún día elevarse por sobre la mitología en la que tristemente se sustentaba
para bregar por sí mismo y observarse por primera vez con sinceridad y con
verdadera sustentación.
En
el panegírico del hombre superior, en la idea que comparten Emerson y
Nietzsche, nadie más superior, nadie más libre que Gómez que ideó un país, todo
un país, solo para ser libre. A veces la mejor manera de vivir es llorando
sobre el rostro rígido de nuestro mitos y llorar con dignidad pues también hay
llantos maduros y nobles. Si ya la muralla cayó con Marx, Freud y ahora
Nietzsche, si se vino al suelo toda la filosofía de la sospecha, no nos queda
otra cosa que pensar por nosotros mismos de una vez y para siempre, solos y sin
un pasado que ensombrezca el rostro que verdaderamente nos corresponde. Nada
mejor para todos aquellos que idearon la libertad que derribar muros y hacer
terremotos con tal de desembarazarnos del mito y de todo
lo que no es nuestro.
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