Todos los textos que presentamos en este blog tiene los números correspondientes de los derechos de autor (IEPI) y los ISBN, por lo tanto, queda prohibida su reproducción parcial o total.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Un Parásito Polémico


Sobre ¨Nietzsche parásito de Emerson¨ el nuevo libro de Jorge Luis Gómez.

Por Alonso Darinel

Recuerdo alguna vez cuando Gómez afirmó que lo que más le gustaba del Ecuador era ¨la libertad de vivir en total libertad¨ y la afirmación ciertamente no es gratuita pues luego de terminar de leer su último libro, ¨Nietzsche parásito de Emerson¨ (USFQ.2014), no nos cabe la menor duda de que allí expone sin miedo esa libertad (o esa violencia) como un poder de destruir la propia mitología, los viejos paternalismos y las iconografías que alguna vez nos dieron aparente sustento, pues: ¿cuál puede ser la libertad si no es probando la fuerza y la valentía contra nosotros mismos, contra nuestros propios mitos, máscaras y falsas apreciaciones?.
El libro de Gómez expone esa dicha del iconoclasta de ser solo él mismo, de no depender ni de autores ni de mentores, ni de filosofías idealizadas pues al enfrentarse a Nietzsche, casi la filosofía de la modernidad en su conjunto, Nietzsche es prácticamente como el muro de Berlín de la filosofía que Gómez se da el lujo de derribar frente a todos sus lectores y cada uno de nosotros, por nuestro lado, intentando que el muro no se derrumbe pues si eso ocurre nos derrumbamos nosotros con él. Verdaderamente hay tanto de una creencia secular y generacional al lado del Nietzsche que idolatramos, tanto de mitología arraigada y difícil de destruir en nuestro inconsciente, que dejarlo morir no sería otra cosa que vergüenza alevosa o crimen indignante. La garantía de una larga polémica parece ser el mejor resultado para un libro que puede llegar a ser un escándalo como un rescate en las listas de los más vendidos para la filosofía, pues libros de este horizonte ya están desapareciendo de las librerías y de la discusión.
Gómez, el iconoclasta de la filosofía, parece que vino al Ecuador y al Buen Vivir a ejercer la libertad que ninguno de nosotros ha podido disfrutar y esa es nuestra envidia, nuestra repugnancia contra esa persona que todos quisiéramos ser y que nos impide la institución, la bandera, la familia, el sueldo y el matrimonio. En el Ecuador no existe la filosofía o si existe su cultivo no obedece a una dedicación generacional ni al mantenimiento de un discurso que haya luchado frente a otros discursos para mantenerse vigente, pues desde los años dorados de la filosofía en la Universidad Católica, con Roig, Agoglia, Enzo Mella y otros profesores extranjeros, la filosofía se ha mantenido por el influjo de tradiciones institucionales que han llegado a nuestro país desde fuera y no obedecen a tradiciones propias. En parte, el ejercicio filosófico de Gómez representa una lucha por mantener una tradición inexistente y en parte la extravagancia de Gómez, profesor de filosofía hace ya veintitantos años, es parte de este libro que reseñamos.
En cinco capítulos extenuantes Gómez nos ofrece un material prácticamente desconocido de nuestro ícono, unas pruebas irrefutables de que nuestro superhombre era como nosotros y que pretendió una libertad que no tuvo, que lo fingió todo para enseñarnos que se puede ser Nietzsche viviendo con mami y hermana, con fines de semana y como consumidor final, que se puede ser superhombre sin serlo, un ícono de cartón tan pedestre y humano, tan hipócrita y posero como todos (!!) y es precisamente eso lo que más nos duele, ese súbito sacarnos la máscara de aquello que nunca quisimos ser, pero que en realidad éramos y no lo sabíamos, pues mientras más débiles somos más aspiraciones a la nobleza y a la aristocracia y a todo orden superior, mientras más débiles más necesidad de buscar el modelo de los fuertes que no somos, mientras seamos los débiles todos los modelos de vida de la fortaleza y el carácter serán solo aspiraciones nostálgicas inalcanzables, puro rencor de no poder alcanzarlo. En este menú de la renuncia personal y del enfrentamiento está presente todo el rencor heredado de Nietzsche como padecimiento autorizado por él pues él lo vivió y es lo único, lamentablemente, que pudo enseñarnos. Y Nietzsche no está lejos de contemporáneos como Kafka o Tolstoi, pues en la época abundaba la conciencia de culpa entre los autores más destacados y era un lugar común ese parasitismo literario, como el caso de Baudelaire, que  tarde o temprano representaba un quiebre cultural muy difícil, pues no se puede romper con el pasado cuando éste todavía nos alimenta a diario y aún lo sentimos como propio. Y no resulta una anécdota que gran parte de la literatura y la poesía del siglo en mención tuviera como norte la imagen de un hombre superior en la que se ocultaba todas las debilidades como todas las culpas que ellos mismos intentaban solapar en un ícono que les quedaba grande, pues cuando Nietzsche se refiere a Baudelaire lo muestra como un decadente típico, es decir, como uno que pretendía ser superior cuando en realidad no lo era y esta distancia que el filósofo quiere a toda costa poner frente a los débiles no es otra cosa que voluntad de separación y divorcio de aquello que él mismo sentía como propio y que jamás pudo sacarse de encima a pesar de las insistencias.
En cierta medida, es éste el aspecto que más nos impacta de este libro pues en realidad poco nos importa si Gómez llega a probar el parasitismo de Nietzsche, si Nietzsche plagió, copió o transcribió a Emerson. La violencia de Gómez es contra nosotros, contra un romanticismo mítico que vemos caer en nosotros, contra una seguridad que era una bandera, una época que todavía permanecía con significado y que Gómez, el iconoclasta, termina por derrumbar en un terremoto impresionante. En este sentido, leer el libro conlleva una suerte de asesinato en la penumbra y hasta cierta complicidad con el autor, pues el libro nos hace pensar en nosotros, nos hace palidecer de nosotros pues el hombre maduro debe algún día elevarse por sobre la mitología en la que tristemente se sustentaba para bregar por sí mismo y observarse por primera vez con sinceridad y con verdadera sustentación.
En el panegírico del hombre superior, en la idea que comparten Emerson y Nietzsche, nadie más superior, nadie más libre que Gómez que ideó un país, todo un país, solo para ser libre. A veces la mejor manera de vivir es llorando sobre el rostro rígido de nuestro mitos y llorar con dignidad pues también hay llantos maduros y nobles. Si ya la muralla cayó con Marx, Freud y ahora Nietzsche, si se vino al suelo toda la filosofía de la sospecha, no nos queda otra cosa que pensar por nosotros mismos de una vez y para siempre, solos y sin un pasado que ensombrezca el rostro que verdaderamente nos corresponde. Nada mejor para todos aquellos que idearon la libertad que derribar muros y hacer terremotos con tal de desembarazarnos del mito y de todo lo que no es nuestro.

¨Nietzsche parásito de Emerson¨

Vale 23 dólares y está a la venta en la librería Rayuela.