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miércoles, 5 de marzo de 2014

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Estoy corrigiendo las pruebas de imprenta de mi libro ¨Nietzsche parásito de Emerson¨ que edita editorial Brujas en Córdoba, Argentina. Al corregirme me doy cuenta de mi oralidad pues soy profesor de principio a fin. Para mi, oralidad significa que hablo y que solo hablo y cuando escribo no hago más que transcribirme, cosa imposible en sí misma. Frente a este límite, creo que es un límite sudamericano, en cierta medida, escribir es perder una identidad o intentar plasmar algo en un formato para el que no fuimos ni preparados ni educados. Y ese límite es nuestro y mío hasta decir basta. Al parecer, cuando escribo me enajeno de mí mismo, dejo algo que es mío y lo transfiero a una identidad hipócrita, es decir, me pongo un traje que no me queda. Y cuesta tanto ser uno mismo en ese traje que incluso he llegado a pensar, que lo más mío es el intentar decir algo que pienso más allá del lenguaje de todos, más allá de las convencionalidades y de los ritos sociales que forja todo lenguaje. El más allá que he pensado me aproxima a las reiteraciones de mi lenguaje oral, al uso y abuso de ciertas muletillas del hablar en público y del hablar en general, pues si mi lenguaje es el oral, no debo traicionarme al corregirme y eliminar los giros que hago uso y hago abuso cuando hablo. Evidentemente que mi editor no me va a entender!.

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