Estoy corrigiendo las pruebas de imprenta de mi libro ¨Nietzsche parásito de Emerson¨ que
edita editorial Brujas en Córdoba, Argentina. Al corregirme me doy cuenta de mi
oralidad pues soy profesor de principio a fin. Para mi, oralidad significa que
hablo y que solo hablo y cuando escribo no hago más que transcribirme, cosa
imposible en sí misma. Frente a este límite, creo que es un límite
sudamericano, en cierta medida, escribir es perder una identidad o intentar
plasmar algo en un formato para el que no fuimos ni preparados ni educados. Y
ese límite es nuestro y mío hasta decir basta. Al parecer, cuando escribo me
enajeno de mí mismo, dejo algo que es mío y lo transfiero a una identidad
hipócrita, es decir, me pongo un traje que no me queda. Y cuesta tanto ser uno
mismo en ese traje que incluso he llegado a pensar, que lo más mío es el intentar
decir algo que pienso más allá del lenguaje de todos, más allá de las
convencionalidades y de los ritos sociales que forja todo lenguaje. El más allá
que he pensado me aproxima a las reiteraciones de mi lenguaje oral, al uso y
abuso de ciertas muletillas del hablar en público y del hablar en general, pues
si mi lenguaje es el oral, no debo traicionarme al corregirme y eliminar los
giros que hago uso y hago abuso cuando hablo. Evidentemente que mi editor no me
va a entender!.
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