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domingo, 2 de enero de 2011

La soledad y el poema


¨…la vida es un hermoso trapeador
y sobran los descuartizamientos¨
Cuaderno Zero. Andrés Villalba. Pag 48

¨…es esto la vida
tanta resbaladera
catapulta y lodazal
para venir a parar en esto?
Cuaderno Zero. Andrés Villalba.Pag.136

¨…y a tu lado estoy más
solo que una niña
en su primera menstruación¨
Cuaderno Zero. Andrés Villalba.Pag 25

Las nociones sobre la poesía abundan como abundan los expertos en ellas, del mismo modo que las banderas y los escudos donde no hay verdadero sentimiento patrio. Lo que se dice de la poesía, sobre todo entre los expertos,  es lo que se declara con tono emotivo de cierta literatura nacional cuando en realidad no hay más que sentimiento nacional.
La raza de los expertos en poesía suele ser la misma, la mayoría de las veces, que la de los inexpertos, pues entre éstos y aquellos hay en común una cultura y un tipo de trato social y hasta cursilería, que les impide decir las verdades sobre la poesía y los poemarios que solo comunican en la intimidad. Entre unos y otros, la individualidad del poeta, tras la fachada social o institucional del poemario, suele ser reducido a filiaciones de todo orden, sociabilidades, en última instancia, que nos impiden desencubrir al verdadero autor sin etiquetas ni banderas que o bien lo identifiquen, o bien lo enajenen de los escaparates que ofrecen las tiendas y las hipocresías de la cultura de hoy y de siempre.
No obstante, lo paradójico de la autoría de este hombre singular, de este sujeto como autor, de este poeta sin más, es que suele brillar por su ausencia en el poemario de su autoría.
En efecto, la poesía, cuando es auténtica, suele llevar la impronta de una individualidad tan exquisita como voluble, pues detrás de la fachada que identifica a un sujeto, detrás de la voz y de las maneras, de las opiniones y de las inexorables filiaciones, es difícil escapar al lugar común de los comportamientos estereotipados. Lo menos importante del poeta es su persona como contenido social, como hombre de carne y hueso, como compañero de tertulia que busca enseñarnos aquellas formas y maneras que conocemos de sobra en nosotros mismos y en todos, y que quisiéramos evitar en el gran creador pues, la identidad real de este sujeto está como agazapada y obscurecida detrás de la individualidad a la que nos tiene acostumbrados.
En el poemario, por el contrario, suele manifestarse ese sujeto invisible pero encubierto por las elecciones verbales y las elecciones de contenido, pues de la forma y el fondo hay una identificación que si bien es inevitable, suele esconder otra filiación, un silencio profundo que enmarca o presupone al sonido o al tono musical, pues, no aparece con él sino ¨comparece¨  a su lado como una sombra.
En la poesía esta comparecencia entre lo verdaderamente escrito y el temple de ánimo que presupone, el carácter poético que acompaña a la palabra impresa, no solo escapa al poema, a la estrofa o al verso, sino que trasciende al poemario.
Al no estar impreso, ni manifestarse directamente con la escritura, al no manifestarse abiertamente en la lectura del poemario pues, incluso, como ya dijimos, lo sobrepasa, en cierta medida, las elecciones de la forma y el contenido del poemario, suelen estar al servicio de una conciente e inconciente omisión y olvido del carácter o del temple de ánimo del que nacieron.
Nada más recibir la opera prima de Andrés Villalba, ¨Cuaderno Zero¨  (Esqueletra. Quito,2010), para iniciar un gran debate sobre los contenidos propios de la auténtica poesía, como para reflexionar sobre el rol de acusador de la vida del poeta que se hace presente particularmente en este poemario, y que también hace parte de la ironías y destrezas nietzscheanas que el propio loco de Sils María se dirige a sí mismo en el Zaratustra.
En efecto, todo acertado encuentro literario suele revolcarnos en los buenos recuerdos que nos han dejado otras literaturas y otros autores. En este caso, confieso que en una primera lectura, el poemario de Villalba me pareció inapropiado sobre todo por su fuerte crítica a la vida, una acusación tan extrema como una cierto moralismo que no lograba entender.
Si bien Nietzsche tiene toda la razón, al acusar al poeta de debilidad y poca entereza cuando acusa sin vehemencia alguna a la vida, desconociendo toda la crueldad como toda su eterna sed de poder y mando, lo cierto es que el propio Nietzsche, como buscando una consecuencia casi imposible consigo mismo, en su Zaratustra tiene que hacer el rol de acusador de la vida para mostrar que las debilidades contra la vida también son un artificio de la vida misma, el superhombre necesita del último hombre, el Aufgang del Untergang.



¨A esos acusadores de la vida, la vida los supera con un simple parpadeo¨.( Federico Nietzsche. Así habló Zaratustra. El convaleciente.Tercera parte. Alianza Editorial.pag 306.)


En el poemario en cuestión, las presiones y contrapresiones dirigidas contra la vida, no son más que confirmaciones y aceptaciones de ella misma , verdaderos placeres de la acusación,  no solo testimonios de su crueldad, sino verdaderas correspondencias con algo que, en la vida cotidiana, no solemos observar ni menos captar.
Muy por detrás de este afán acusatorio, detrás de este motivo de la víctima que acusa lleno de rencor a su victimaria,  se expresa el descontento como toda la furia y aversión, pero al mismo tiempo también las polaridades y contraposiciones que aquí particularmente se estampan en el extremo, siendo escenarios reales y objetivos que el poeta utiliza para mostrar lo más inefable y difícil que hay en él, pues, en este caso, la acusación es el subterfugio, el claro oscuro en el que se quiere hacer ver una voluntad que desea a toda costa comunicar y ordenar , diciendo algo de modo negativo no para afirmar su opuesto, sino para salvar el contenido de una angustia que irrumpe en el fondo de la acusación y en la misma violencia acusatoria.
Como decimos, el sentimiento del poeta es totalmente ajeno a lo que comunica. La acusación y el rencor a la vida deja lugar al rostro desnudo del acusador y ese rostro no puede ser otro que el rostro de la soledad.


¨…  me sulfura de soberbia la noción
  de mi vacío¨ Carnicería y Férulas, pag. 74


Nada más portentoso que ese rostro que nos hace ver, sin duda alguna, el poemario de Villalba. Es este ¨retroceso nihilizador¨ , en la bella y profunda afirmación de Sartre, lo que se manifiesta en el fondo del poemario que reseñamos aquí casi como expertos sin serlo.
Pero como testimonio de este contenido metafísico, no podemos poner al poemario como tal. En cierta medida, el aislamiento de una persona siempre resulta más comprensible a través de la comparación con algo lleno o completo, no de plenitud rebosante, sino de llenura comparativa en el que el vacío de uno se hace manifiesto por la completitud del otro.
El descrédito de la vida y de las vicisitudes de la vida es la red en el que se teje el laberinto de la soledad, pues esa total y extrema desencarnación produce tamaño espanto.


¨…la soledad siempre engaña
y se reproduce en el latido
de otros ardores…¨  Delirium  a contramano en vía angosta .¨  pag.59


Si hay descontento y rencor este espolea a la vida pero no para acusarla ni para evadirla, sino para exponerla en su cuerpo sensible, en su extremo aspecto como lo  atestigua el cruel espanto de la soledad.
En verdad que fueron dos cosas las que me hicieron renunciar muy temprano a la lectura de este poemario. La una fue la acusación a la vida y la otra fue la soledad mayúscula desde la que se manifestaba la primera.
En realidad, estábamos tan cerca de esa soledad, aunque lejos de la acusación a la vida (pero cerca del placer que reporta esa acusación), que nunca supe por qué había en mí esa reticencia a escuchar a un solitario como yo mismo que se atrevía a cerrarme el paso.
En fin, la poesía comunica con el poeta agazapado y detrás del poema aquello que nadie ni nada nos ha dicho ni nos puede  decir :  no hay soledad menos cruel que la vida misma.

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